www.paquebote.com > JUAN CARLOS CARVAJAL
El título es significativo. Nos envía a dos dimensiones del catequista: vivir lo que anuncia y buen hacer para anunciar. La fuente de inspiración para la reflexión se pone en «el hacer de Dios» en la historia de la salvación. Un estilo particular por el que Dios se abaja y trata con los hombres y que denominamos «pedagogía divina». Esta pedagogía de Dios, la Iglesia la pone por obra en su actividad evangelizadora. Es lo que expresamos al usar la expresión «pedagogía de la fe». En la Sagrada Escritura se nos narra cómo Dios actuó con Israel, cómo Jesús educó a sus discípulos y cómo el Espíritu condujo a los primeros cristianos hacia el conocimiento de Cristo. A la luz de ese testimonio, la Iglesia, a través del tiempo, va extrayendo las líneas de acción necesarias para ejercer la cercanía y el cuidado que su Señor tiene de los hombres.
El presente libro nace como fruto de una sorpresa: la sorpresa que yo mismo me llevé al acercarme a los niños para tratar de comprender cuáles debían ser las intervenciones de los adultos en el momento de acompañarlos al encuentro de Jesús. Estoy convencido de que en el niño hay una serie de vivencias que el Espíritu trabaja para disponerle a la acogida del Evangelio.
Lo primero de todo es observar al niño, contemplar sus movimientos interiores y comprenderlos a la luz de la fe. Entonces es cuando es posible intervenir para secundar la acción del Espíritu y del propio niño. Este libro sorprenderá y ayudará a todos los agentes de pastoral y de catequesis que trabajan con niños y niñas. De un modo especial, son destinatarios de estas páginas los familiares próximos que, día a día, descubren «la aventura de la vida» que llevan dentro y que sorprende siempre porque está bañada por la presencia del Espíritu. Con los pequeños aprendemos a reconocer y a acoger el Reino que Dios nos regala.
En el corazón de la misión evangelizadora de la Iglesia siempre ha estado el primer anuncio: el anuncio del nombre de Jesús, Hijo de Dios, y de la acción salvadora que Dios ha realizado por medio de su pascua. Pero, si cabe, este primer anuncio se ha hecho ahora más necesario y apremiante en un tiempo en el que poblaciones enteras -sobre todo en países de vieja cristiandad como el nuestro- van dimitiendo del Evangelio e incluso parecen perder el sentido y el deseo de Dios.En la Iglesia no todo es primer anuncio, pero, sin la acogida del anuncio de Jesucristo y del Dios que en él se revela, difícilmente todo lo demás será reconocido como comunicación divina y fuente de liberación. Es necesario reconocer de una vez por todas que la pastoral del primer anuncio se ha convertido entre nosotros en una urgencia, máxime cuando las acciones ordinarias de nuestras parroquias, movimientos y comunidades se agotan en sus propias inercias. Solo aceptando el reto del primer anuncio nuestra Iglesia podrá combatir el cansancio rutinario que la paraliza y recuperar el vigor que nuestro tiempo le exige.